Estadio Vera(niego)
Comienza el año y el calor se torna insoportable, pero no tanto como las tapas de revistas y publicaciones en redes, donde se continúa bombardeando a las personas con estereotipos inalcanzables e irreales. Aquellos cuerpos exhibidos son, al parecer, los únicos capaces de disfrutar del calor. Todo cuerpo que no entre en estos cánones es invisibilizado y, por tanto, negado. Llegó el estadio vera(niego).
¿Qué pasa con los cuerpos que no se muestran? ¿No existen? ¿Cómo es posible que la diversidad corporal con la que entramos en contacto en la calle no sea representada? La publicidad reduce el “deber ser” de nuestra fisionomía a un abanico ínfimo de posibilidades.
Nos da la sensación de que es casi un delito ponerte una malla en público si no cumplís con unos pocos requisitos: No tener pelos a la vista; ser delgada (pero no escuálida); tener buen culo (siempre parado, obviamente); tener algo de tetas (que no pueden estar caídas); no tener celulitis (como si hubiera una sola mujer en el mundo que pudiese satisfacer este requisito); no tener arañitas, varices, estrías, y la lista sigue.
Ahora, no es nada nuevo que se tomen el atrevimiento de querer indicarnos cómo deberíamos ser; pero más allá de todo lo que tenemos presente con respecto a la diversidad corporal, qué pasa cuando cruzas la línea de lo que se considera “juvenil”, alegre y vital y caes en el abismo de la “adultez”, así sin escalas.
Edadismo
La OMS define el edadismo como: la forma de pensar (estereotipos), sentir (prejuicios) y actuar (discriminación) con respecto a los demás o a nosotros mismos por razón de la edad. Esto afectaría, en principio, a todas las personas por igual, más allá de los años que tenga.
Si enmarcamos este concepto puntualmente con el tema de las publicidades del verano, ¿el edadismo afecta a todas las personas de la misma manera? Cada uno puede hacer la prueba de trasladar esta cuestión a su entorno inmediato y sacar sus propias conclusiones.
Probablemente, lo primero que se nos viene a la cabeza es que no solo es infundado sino también hasta ridículo creer que existe una discriminación cuyas bases se construyen sobre el numerito de la torta de cumpleaños. Sin embargo, el edadismo es la tercera causa de discriminación a nivel global y suele, aunque no siempre, afectar en mayor medida a las personas consideradas “mayores”.
Otro requisito vera(niego) que cumplir
“Seguro de joven habrá sido preciosa”, “se viste como si tuviera 20 años y no es así”, “no tiene edad para ponerse eso”, “es una vieja que se quiere hacer la pendeja”. Seguramente todos hemos escuchado alguna que otra vez frases de este calibre; sin embargo, a pesar de haber hecho una búsqueda exhaustiva, aun no logro dar con el manual que indica cómo debe vestirse y actuar una persona según su rango etario.
Aunque no esté explícitamente definida, pareciera que la fecha de vencimiento, por lo menos para las mujeres, está bastante clara. Más allá de todo lo que podemos encontrar en publicidades como la de Issue, se puede apreciar cómo algunos individuos se toman la atribución de hablar despectivamente de las mujeres -percibidas como “adultas”- que expresan su imagen con libertad.
Para muchas personas, resulta incluso hasta incómodo estar en presencia de un individuo, considerado “mayor”, que simplemente se pone lo que le gusta. Así, se genera un rechazo hacia aquellos que no se quedan en el molde creado por la sociedad, sino que se rebelan ante dicha imposición.
¿Cuál es el problema de que una persona de 50 años luzca una bikini en la playa? ¿O que una mujer de más de 40 se ponga una minifalda en verano? Vestirnos es un derecho, y nos corresponde a todas. Se habla de las mujeres como si la función principal de este grupo en la sociedad fuese la de representar un sujeto de deseo acorde a las demandas del patriarcado.
Se busca reducirnos a algo tan básico como nuestro aspecto físico y, no conformes con eso, se nos compara y jerarquiza como si hubiese una forma unívoca de percibir a otro como sujeto de deseo; como si todas quisieran conformar parte del anhelado grupo de las “deseadas”.
Es interesante hacer el traslado a nuestro entorno y repensarnos sobre este tema, tratar de detectar si perpetuamos este tipo de discriminación o no, e incluso abrir un poco este espectro al que quizás logran someternos después de años de adoctrinamiento. Tal vez así nos permitamos pensar que, al final, no todo tiempo pasado siempre fue mejor.
Claramente el edadismo representa una problemática para muchísimas dimensiones del cuerpo social, y no solo para los estándares estéticos que buscan negarlo. Este es solo un primer ejemplo que podría funcionar para intentar identificar si este tipo de discriminación está en nuestro entorno, no con el objetivo de buscar respuestas concretas, sino con el de nunca dejar de abrir nuevos interrogantes.