Judith Butler: Desarmando el Género y sus Mandatos

¿Qué sucede cuando el concepto de género se desarma? La influyente filósofa Judith Butler, a través de su obra “El género en disputa” (2007), desafió y desarticuló los discursos que históricamente han marginado a disidencias y minorías, poniendo en el centro las prácticas sexuales e identidades construidas. ¿Qué implicancias tiene esta deconstrucción binaria para nuestra sociedad y cómo podemos repensarla?

Judith Butler, una vida dedicada a la lucha contra la heteronormatividad

Judith Butler es doctora en filosofía y una de las pensadoras más imponentes del siglo XX y XXI. Desde sus primeros pasos académicos en la Universidad de California en Berkeley, Butler se ha destacado por su activismo en cuestiones de género, políticas sexuales, derechos humanos y políticas antibélicas.

judith butler

Participó activamente en varias organizaciones de DD.HH. como el Centro de Derechos Constitucionales de Nueva York y el consejo asesor de Jewish Voice for Peace. Además, obtuvo el Premio Andrew Mellon por sus logros académicos en el ámbito de las humanidades; el Premio Adorno (2012) por sus contribuciones a la filosofía feminista y moral y el Premio Brudner de la Universidad de Yale por sus aportes en los estudios sobre gays y lesbianas. 

Butler se destaca por numerosos escritos que han (trans)mutado el pensamiento binario y heteronormativo, estableciéndola, a su vez, como la autora de la teoría queer gracias a su obra El género en disputa (2007). Apoyándose en otras compañeras teóricas como Simone De Beavoir, Monique Wittig, Jacqueline Rose y Jane Gallop, entre otras, intentó exponer de distintas formas la condición construida de la diferencia sexual. 

Deconstruyendo el Género: La Propuesta de Butler en “El Género en Disputa”

El género en disputa se publica por primera vez en 1990, dentro de un contexto que ya había sobrevivido a la revolución sexual de los 70 y donde la idea de la sexualidad libre ya no era un secreto. En este escrito, Butler enfrenta a la teoría crítica y al estructuralismo, habla sobre géneros no reconocidos que habitan cuerpos y sujetos bajo las sombras, entendiendo la dificultad de una sociedad moldeada por prácticas culturales cisheteronormativas.

Es esta obra la que permite comprender al género como construcción social, siendo cuestionado y discutido junto al sexo como conceptos separados pero relacionados. La construcción del género se da desde una construcción de conceptos y significados elegidos. El género que entendemos en la actualidad va de la mano con la identidad, la autopercepción: el sentir de cada une, pero no desde la naturaleza.

Este “sentir” se arraiga también en lo cultural: experiencias, contextos históricos y vivencias que influyen en la autoidentificación de cada persona, permitiendo, en ocasiones, trascender lo binario. Es en este sentido que podemos decir que el género es un conjunto de ideas sobre la diferencia sexual que atribuye características femeninas o masculinas a cada sexo, ya sea en sus actividades, costumbres o modos de vivir. La diferencia sexual, concebida dentro de un orden binario de representación, contribuye ideológicamente a la esencialización de lo femenino y lo masculino.

No obstante, el género no solo marca a las personas, sino también la percepción de todo lo demás: lo social, lo político, lo religioso, lo cotidiano. Aquí es donde vemos una sociedad previamente influenciada y planificada, con una estructura impuesta y (casi) aceptada.

Según Judith Butler (2007), se puede comprender que el género no es a la cultura lo que el sexo es a la naturaleza; el género también es el medio discursivo/cultural a través del cual la «naturaleza sexuada» o «un sexo natural» se forma y establece como «prediscursivo», anterior a la cultura. Es decir, que antes de todo, la dualidad genérica ya se encuentra en los orígenes de nuestra sexualidad. Entonces, hablar de género es indagar en la construcción cultural de las sexualidades.

La profunda crítica de Butler a las categorías fijas del género se entrelaza con planteamientos feministas como el de Kate Millet, cuya célebre frase “lo personal es político” nos permite comprender las incontables posibilidades de construcción y resignificación dentro de la cultura social.

Ser queer, aquello que se acallaba y presumía un peligro de vida hasta hace no muy poco tiempo, hoy es tema de agenda política. Basta con comprender la popularidad de los movimientos Kiki en Rosario o la fama de los eventos Ballroom en ciudades como Buenos Aires, como también alentar las victorias de las disidencias con las leyes de Identidad de Género y Cupo Laboral Travesti Trans. La sociedad observa con cierto asombro esta vanguardia del “destape”, pero lo cierto es que estas identidades siempre han existido.

En su escrito, Judith Butler (2007) cita a Simone de Beauvoir, enalteciendo su famosa frase de “no se nace mujer, sino que se llega a serlo”, hablando de una especie de proceso, un “convertirse en”. Este devenir en algo distinto tiene un primer indicador visual, el cuerpo: “(…) el «cuerpo» es un mero instrumento o medio con el cual se relaciona sólo externamente un conjunto de significados culturales. Pero el «cuerpo» es en sí una construcción, como lo son los múltiples «cuerpos» que conforman el campo de los sujetos con género” (Butler, 2007, p. 58).

Según la teórica cultural Nelly Richards (2009), el feminismo teórico ha sabido demostrar que todo cuerpo original es un cuerpo ya significado por la diferencia sexual en el acto mismo de tener que corresponderse, realistamente, con las definiciones y las clasificaciones que ordena el dualismo de género (Richards, 2009, p. 77). En concordancia con Judith Butler, Richards establece la realidad de ese dualismo hombre-mujer instalado en la sociedad, algo muy difícil aún de deconstruir pero que hoy día se percibe como una necesidad.

En un contexto global donde los discursos conservadores y las políticas regresivas amenazan constantemente los avances en derechos para el colectivo LGBTQIA+, la obra de Butler resuena con una urgencia renovada. Las narrativas que buscan reimponer binarios rígidos y deslegitimar las identidades diversas nos recuerdan la importancia vital de seguir desarmando las construcciones de género impuestas. Las discusiones sobre identidad y autodeterminación, que Butler impulsó hace décadas, son hoy más cruciales que nunca para resistir cualquier intento de borrar la visibilidad y los derechos de las disidencias.

Durante la administración de Donald Trump, se observó un patrón de retrocesos en la protección y los derechos de las personas LGBTQIA+. Medidas como la prohibición de personas trans en el ejército, la revocación de guías de protección para estudiantes trans en escuelas y la designación de jueces con posturas conservadoras en tribunales federales, generaron un clima de incertidumbre y vulnerabilidad para la comunidad. Estas acciones no solo buscaban limitar la expresión de género y la identidad, sino que también enviaban un mensaje claro de deslegitimación de las disidencias.

Este panorama político puso de manifiesto cómo la construcción social del género y el sexo, elementos centrales en la teoría de Butler, pueden ser instrumentalizados para imponer agendas de control y exclusión. La resistencia a estas políticas, que se manifestó en protestas masivas y en la defensa legal de los derechos, evidenció la necesidad imperante de comprender y desmantelar las estructuras de poder que sostienen los sistemas binarios y heteronormativos.

La lucha por el reconocimiento y la protección de las identidades no binarias, trans y diversas, se intensificó frente a estos ataques. Los colectivos LGBTQIA+ y sus aliades respondieron con una reafirmación de su existencia y sus derechos, llevando la conversación sobre la fluidez del género y la autonomía corporal a un primer plano. En este sentido, el legado de Butler proporcionó herramientas teóricas fundamentales para argumentar contra la esencialización del género y en favor de la pluralidad de identidades.

Así, las ideas de Butler no son solo un ejercicio académico, sino un mapa para la acción política. Su trabajo nos invita a cuestionar las normas que dictan quiénes somos y cómo debemos vivir, especialmente cuando el poder intenta imponer una visión singular y restrictiva de la humanidad. La deconstrucción del género se convierte, entonces, en un acto de resistencia y en una afirmación de la libertad individual y colectiva.

La vanguardia no-binarie, les movimientos queers y trans necesitan y deben ocupar espacios y lugares principales. Y aunque el odio y la violencia siguen acechando a cada quien decida vivir su vida como se le plazca, son las historias de estos colectives y disidencias las que ahora deben contarse y ser reivindicades. En este sentido, esta redactora cree firmemente que esta lucha también compete a les feminismos, porque si la lucha es de todas, también es de todes.

Referencias

Butler, J. (2007). El género en disputa: El feminismo y la subversión de la identidad. Paidós.

Richards, N. (2009). Feminismo y teoría crítica. Ediciones Böll.

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