Bizarrap levanta los brazos sentado de espaldas, Shakira no pierde de vista la lente, canta y se contorsiona, llena el espacio entre él y la cámara. El operador de imagen selecciona otro ángulo y Bizarrap, tomado ahora de perfil, manipula un teclado controlador sin moverse de su silla. La canción es un hit, la dupla un éxito.
Ambos terminan el set abrazados y vitoreados por una tribuna enardecida que ha acompañado cantando, a los gritos, la letra completa. Mientras tanto, en algún lugar de Barcelona, Gerard Piqué continúa con su vida sin imaginarse que es protagonista indirecto de uno de los hitos más importante de la industria musical argentina.
Mucho se ha escrito sobre la forma en que se ha modificado la industria discográfica desde la aparición de internet. Las plataformas permiten que personas en cualquier punto del globo tengan acceso a contenidos similares. Consumir información es más rápido y la capacidad de llegada es infinita.
El ejemplo citado en el párrafo anterior grafica de manera contundente las posibilidades que un artista puede obtener utilizando las herramientas digitales. Lo que antes llevaba años de carrera y millones en inversión hoy puede lograrse en pocos meses con un producto manufacturado a partir un costo mínimo. El caso de Bizarrap y su repercusión internacional ha roto todos los esquemas. Cuesta encontrar ejemplos de artistas argentinos con semejante nivel de repercusión comercial y mediática.
Hay casos emblemáticos que para su época marcaron hitos históricos. Soda Stereo es uno, Sandro y su reinado en América durante los 70 es otro. El más relevante sigue siendo, aun hoy, la figura legendaria de Carlos Gardel. El Zorzal falleció en Medellín producto de un accidente aéreo, no muchos artistas en el mundo giraban en aviones privados durante la década del 30. De todos modos, y por cuestiones obvias, ninguno de ellos ha trascendido a nivel global, un fenómeno que hoy está sucediendo.
Hip Hop y Trap
La música argentina vive una etapa de transición comparable a la producida en los años 60 con la llegada del “rock n roll”. Todo cambio genera una ruptura con el orden establecido difícil de digerir para sus adeptos. Las crisis significan oportunidades, aquello que para algunos suena a certificado de defunción, para otros significa la partida de nacimiento de una nueva era. El dilema es ¿qué aporte a la cultura harán los abanderados del cambio? ¿Quiénes, de los ya consagrados podrán sobrevivir a la tormenta?
Una nueva generación nacida en la era digital irrumpió y se adueñó de los espacios de difusión. Con una estética propia y dominando los nuevos modos de producción se hace oír acaparando la atención a niveles nunca antes vistos. El horizonte virtual no tiene fin y las nuevas estrellas de las plataformas surfean sus aguas sin hacerse demasiados planteos.
El éxito comercial no es un inconveniente, no hay una moral que delimite lo auténtico de lo pasajero. Aquella dicotomía que dividió al rock hoy no es un problema, un nuevo orden, un nuevo punto de vista más desprejuiciado, más libre. La aldea global de la que hablaba Mc Luhan se materializó en forma de un teléfono celular, y los jóvenes artistas argentinos de forma natural ha comenzado a conquistarla.
Trueno, Nicki Nicole, María Becerra, Paulo Londra, Dillom, Duki y el ya nombrado Bizarrap son fenómenos comerciales nunca antes vistos. Esta afirmación no desmerece para nada su obra artística, por el contrario, insertarse en la industria no es fácil y para triunfar en ella no alcanza solo con componer buenas canciones o ejecutar de forma magistral algún instrumento. Hay que entender un negocio complejo, exigente y absorbente.
Cuentan además con argumentos artísticos considerables, no se trata de improvisados. A pesar de las sospechas no son productos armados por empresas de mercadeo. El caso de Trueno es un buen ejemplo para entender la aparición de estos nuevos valores. Tercera generación de músicos en la familia, su abuelo fue un reconocido guitarrista en Uruguay y su padre militó en la escena del Buenos Aires Hardcore para luego destacarse en el nacimiento de la escena hip hop en los 90s.
En su hit Dance Crip, Trueno, se reconoce como el vocero de una generación y dice ser el único que escuchaba rap desde la panza. Investigando su historia, ¿quién puede discutir esa afirmación? Construyeron su masivo presente tras años de transitar el underground.
Las hoy establecidas, y difundidas, competencias de rap improvisado funcionaron en casi todos los casos como plataforma de lanzamiento. Chicos de entre 13 y 20 años comenzaron a reunirse, desde mediados de los 2000, para organizar un nuevo circuito de producción cultural, lejos del alcance de las discográficas.
El resultado fue que en pocos años el movimiento tenía una gran trascendencia y contaba con figuras de renombre que alimentaban un universo propio e independiente. El entrenamiento perfeccionó la técnica que, junto al acceso a la tecnología, produjo un crecimiento en la calidad de las propuestas. Luego llegaron los sponsors, la difusión y el intercambio con valores de otras latitudes. Los productores de grandes festivales posaron el ojo en una escena que no paraba de vender tickets y los incorporaron a sus grillas.
Pero estos artistas jóvenes e inquietos no se quedaron de brazos cruzados y, comprometidos con su época, tuvieron el valor de romper con los dogmas del Hip Hop tradicional para crear un género nuevocon sonidos y narrativas propias al fusionarse con las nuevas tendencias que llegaban desde Latinoamérica. Hoy puede hablarse de un Trap argentino, que no es una moda sino la expresión de una generación tan válida y certera en contar su mundo como alguna vez lo fueron el tango y luego el rock nacional.
La canción, ¿es la misma?
De las varias figuras que generaron la génesis del rock en Argentina hay tres artistas que se distinguen del resto por su forma de escribir. Moris, Javier Martínez y José Iglesias, más conocido como Tanguito.
Ellos aportaron al género un ímpetu testimonial, porteño y argentino. Herederos de los grandes autores del tango se convirtieron en verdaderos cronistas de época. Esta característica distinguió al naciente movimiento dándole una identidad propia. Luego se enriqueció bajo plumas como la de Spinetta, Miguel Cantilo, Charly, Luca Prodan, o incluso, los más cercanos Pity Álvarez y Adrián Dárgelos, por solo mencionar algunos.
La conexión es tal que El hombre suburbano de Pappo o el Mendigo de Dock Sud de Moris podrían haber sido protagonistas de alguna milonga. ¿Por qué no pensar que el wapo traketero que describe Nicki Nicole podría ser protagonista de un blues, o alguna canción arrabalera?
El pulso de ruptura que movió a aquella juventud del hippismo es simétrico con la energía y el compromiso que estos jóvenes mantienen con su obra. El dilema está en las generaciones anteriores, no en ellos. El rock mostrando su forma más conservadora muerde su propia cola rechazando cual gueto todo aquello que lo amenaza.
¿No era el espacio de la libertad? Así como los rockeros narraron su tiempo, el trapero actual denuncia su existencia, su mundo, su momento. Las narrativas de la realidad unen a generaciones, cada cual, con su estilo, sus sonidos y sus formas, pero las coincidencias son más fuertes que aquello que los separa.
Aquel grupo de hippies que copaban Plaza Francia y su pulso por romper y hacerse oír es simétrico a estos chicos que inundan las redes de contenidos en su afán por vivir su realidad y mostrarla al mundo tal cual ellos la sienten.
“No sirve la brújula, enhebro mi norte con mi aguja, que está lejos del lujo, pero empuja, y quiere pinchar la burbuja, donde lo que deseo es eso mismo que me asusta”, rapea WOS en su Introducción al Éxtasis, toda una declaración de principios. En lo conceptual está más cerca de Ayer Nomas o De nada sirve de Moris que algunas expresiones de aquellos que levantan las banderas acérrimas del rock establecido.
Se le podrá reclamar a esta generación, dentro de unos años, el haber aportado, o no, un nuevo Piazzola, una Mercedes Sosa o un Fito Páez. Pero si algo se les deberá reconocer es haber asumido con ímpetu y decisión, tal cual hicieron sus predecesores, la responsabilidad de crear un arte nuevo, personal y propio, signo de su tiempo y testimonial para el futuro.
Para los incrédulos que aún continúan presos de dogmas inmutables tal vez la respuesta esté en una vieja canción de Soda Stereo incluida en el disco Signos, En camino. En ella Cerati expresaba: “…no me asustan los desvíos, los puentes, solo quiero seguir acercándome”.