La sal de la tierra retratada por Sebastiao Salgado.
El género documental, es en gral. el menos popular de la industria audiovisual. Tal vez por la crudeza de las realidades que en este formato suelen contarse al hablar de los acontecimientos globales, o quizás porque en la sociedad del espectáculo en la que vivimos actualmente, somos proclives a consumir un cierto tipo de producciones motivadas por la propia industria y sus ganancias.
El filósofo y cineasta francés Guy Debord dice al respecto que «el espectáculo es la ideología por excelencia porque expone y manifiesta en su plenitud la esencia de todo sistema ideológico: el empobrecimiento, el sometimiento y la negación de la vida real. El espectáculo es materialmente la expresión de la separación y el alejamiento entre el hombre y el hombre». Y justamente este alejamiento entre los seres humanos es lo que Wim Wenders y Juliano Salgado logran derribar con su documental «La sal de la Tierra».
Sebastiao Salgado, el fotógrafo que retrata la vida misma
Si hay algo que podría acercar a los humanos es la comprensión y el significado de la degradación de otros seres en sus condiciones vitales y esta obra que reproduce y cuenta sobre el trabajo fotográfico de toda una vida de Sebastiao Salgado, un fotógrafo franco -brasileño que se dedicó a documentar con su lente infinidad de sucesos políticos y sociales alrededor del mundo, es prueba de ello.
Emoción y sensibilidad en los ojos del artista:
En el comienzo de esta producción se muestran imágenes impactantes sobre el desarrollo de las economías globales y los sujetos que ponen el cuerpo y sufren directamente sus efectos: los trabajadores. La formación previa de Sebastiao Salgado como economista lo dotó de una enorme consciencia social ante las injusticias del mundo.
«Cuántas veces tiré al suelo la cámara para llorar por lo que veía», supo manifestar Salgado alguna vez.
Así es como fue relatando en imágenes una obra a la que llamó «Éxodo», en la que se dedicó a retratar la crudeza de los conflictos más extremos que azotan a gran parte de los seres vivos. Pero tras años de viajes y una enorme desazón y la pérdida de fe en la humanidad que le provocaba ver lo que se presentaba ante sus ojos, se decidió finalmente a darle otra perspectiva a su tarea fotográfica, donde se propuso como fin, hacerle un homenaje a la belleza del planeta. Produce así un giro invocando en el espectador una especie de lección de vida.
Luego de años de retratar la destrucción del planeta y los humanos se volcó a capturar imágenes de los territorios vírgenes de la flora y la fauna, lo que lo lleva motivado por su esposa Leila Wanick, a construir el Instituto Tierra donde se dedicaron a reforestar sus propiedades devastadas por la sequía, que años más tarde pasarían a convertirse en parque nacional con más de dos millones de árboles.
En esta nueva propuesta que Salgado llamó «Génesis» se centró en fotografiar las partes del planeta, su vegetación, su fauna y los seres humanos que se encontraran libres de la intervención del hombre.
Sebastiao Salgado, deja en claro que para contar una historia, narrar sensaciones, transmitir emociones, no es suficiente manejar con destreza una técnica, ni conseguir el mejor ángulo; sino que la lente misma de un fotógrafo pueda volverse el ojo de la consciencia humana, la visión y comprensión de la belleza y su destrucción en simultáneo.
«La sal de la Tierra» contempla el trabajo de 40 años dedicados a compartir una visión del mundo y la naturaleza con la sensibilidad particular y propia de un artista.
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