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Sin mujeres no hay revolución

La historia de las protagonistas que lucharon por una patria más justa, y fueron silenciadas en el relato histórico oficial y patriarcal, también merece ser contada. 

Aristocráticas, campesinas, indígenas, artistas, entre otras, dejaron una huella en la historia argentina, con ideas y hechos, pero que de igual forma no aparecieron en los relatos de la historiografía oficial. 

Con el paso del tiempo pudimos conocer el rol de diversas mujeres y saber, de esta manera, que estas mujeres fueron un pilar en la configuración del país creciente; todas ellas mediante diferentes profesiones se ocuparon de dar un giro a la historia y luchar desde sus lugares por la Revolución.

Las mujeres al frente de la revolución

En una época en donde las relaciones jerárquicas entre los habitantes del Virreinato del Río de La plata eran muy marcadas, entre esclavos, criollos, inmigrantes, campesinos, artesanos y mujeres, los pasos de la revolución se construyeron con ideas de libertad radicalmente muy divididas.

Todavía las mujeres no son reconocidas completamente en la historia de nuestra independencia, algunas sólo son nombradas como facilitadoras de espacios y servidoras de alimentos para las reuniones cumbres en las que los hombres planeaban la revolución. Aunque no solamente los hombres letrados tuvieron interés en comenzar a construir la soberanía argentina, sino que algunas mujeres de la elite porteña comenzaron a abrir sus casas para las reuniones que involucrarían a un primer gobierno patrio.

revoluciónExisten muchas mujeres que han sido protagonistas de nuestra revolución e independencia, ellas no sólo aconsejaban a sus esposos o abrían las puertas de sus casas para llevar a cabo diversas reuniones secretas y peligrosas, sino que también participaban en los combates y opinaban de política como iguales; entre ellas podemos destacar el papel de diversas mujeres, como es el caso de Mariquita Sánchez de Thompson, quien fue una de las pioneras en defender la patria, la igualdad y los derechos de la mujer.

Nació el 1 de noviembre de 1786, fue hija única de una de las familias más acomodadas  y prestigiosas de la época, recibió una educación con los mejores maestros y con los años, gracias a las tertulias que se realizaban en su casa, ganó popularidad en los círculos intelectuales y se relacionó con representantes de la Generación del 37, movimiento intelectual que fundó el Salón Literario en Buenos Aires.

Se dice que en su casa se interpretó, por primera vez, el Himno Nacional Argentino aunque existen historiadores que aseguran que Mariquita no dejó ningún escrito en donde mencione dicho acontecimiento.

La figura de esta mujer fue reducida a quien prestaba su mansión de mujer acomodada para que políticos e intelectuales varones discutieran los temas más importantes del siglo XIX, esta situación dio lugar a que en esas reuniones se tejieran alianzas políticas en la formación de asociaciones públicas, como la Sociedad Patriótica, o secretas como la Logia y Mariquita fue parte de todo eso.

En contra de lo que se esperaba, ella fue una mujer con gran personalidad y opinión propia, sobre la historia, el país, el futuro y el amor, Mariquita destacó su personalidad desde que tenía catorce años, cuando se enamoró y comprometió con su primo, Martín Thompson, alianza que no era aprobada por su familia y situación por la cual protagonizó uno de los juicios más famosos de esa época.  

Partidaria de la independencia se convirtió en una referente de las mujeres de la elite rioplatense, participó de la sociedad de beneficencia y continúo luchando con un espíritu independentista, feminista y liberal en contra de muchos de los principios culturales establecidos en esa región. 

Mariquita falleció el 23 de octubre de 1868 y, a 150 años de su fallecimiento, la historia reivindicó a muchas pioneras que, como ella, expusieron su mirada en un mundo de hombres. Y aún desde el lugar que le asignaron, combatieron a favor de la igualdad, la inclusión y la oportunidad de construir un mundo más inclusivo.

Otra mujer protagonista de esta revolución fue María Remedios del Valle, a quien nombraron como “La madre de la patria”.

revoluciónMaría fue una mujer afrodescendiente, nacida en 1766 en la capital del Virreinato del Río de la Plata, luchó en las invasiones inglesas y tras la Revolución de Mayo partió junto a su marido e hijos a la expedición al Alto Perú de Ortiz de Ocampo.

Su vocación de servicio la llevó a realizar trabajos de enfermería para auxiliar a quienes defendieron la ciudad porteña durante la segunda invasión inglesa, en 1807. Sin embargo su espíritu la hizo ir más allá y eso produjo que tomara las armas y por ello, se enlistó en distintas batallas como la de Tucumán, Salta y Ayohúma. Su marido y sus dos hijos no sobrevivieron a las guerras, pero ella continúo atendiendo a los heridos y arriesgando su vida por la tierra.

Manuel Belgrano, fue quien la nombré capitana de su ejército. Entre sus hazañas, se destacó por su fortaleza. Se sabe que fue herida de bala, hecha prisionera por los españoles y sometida como escarmiento a nueve días de azotes públicos que le provocaron cicatrices por el resto de su vida, pero pudo escapar e incorporarse a las fuerzas de Güemes y Juan Antonio Álvarez de Arenales, para otra vez cumplir una doble función, la de combatiente y enfermera.

Cuando cumplió sesenta años, ya terminada la guerra, María Remedios del Valle, volvió a Buenos Aires en donde tendría un futuro de mendiga por varios meses hasta que fue vista por Juan José Viamonte, quien desde su banca en la legislatura pidió que se hiciera justicia y se le otorgara la pensión por los servicios prestados, lo cual se produjo tras siete años de insistencia, en 1828.

Finalmente, María falleció en 1847.

revoluciónMaría Loreto Sánchez de Peón Frías, por su parte, fue jefa de inteligencia de la Vanguardia del Ejército del Norte y autora del plan continental de Bomberas, aprobado y autorizado por el General Güemes.

Lideró las damas de Salta, un grupo conformado por mujeres de todas las clases sociales quienes eran ayudadas por otras mujeres o por sus propios hijos para obtener y esconder información. 

Su esfuerzo y trabajo le dieron un pequeño reconocimiento y una miserable pensión con la que vivió hasta el 10 de agosto de 1870, fecha en la cual fallece.

Juana Moro espiaba montada a caballo los movimientos del enemigo por un territorio que sólo ella conocía. 

revoluciónEsta mujer se disfrazaba, ocultaba papeles entre su falda, montaba a caballo y recorría largas distancias para obtener información y trasmitirla al ejército patriota. 

Los realistas tenían conocimientos de estas actividades pero se dificultaba probarlo. Joaquín de la Pezuela, militar y político español, intentó en varias ocasiones llevar a cabo la ejecución de Juana Moro pero no pudo concretar su cometido, sin embargo ella fue presa y condenada a morir tapiada en su propia casa.

Por ayuda de vecinos pudo hacer más llevadera esta situación, dado que los mismos le provenían alimentos luego de hacer un agujero en una de las paredes, este hecho hizo que Juana sea conocida como “La emparedada”.

Finalmente, cuando se consolidó la independencia esta mujer recuperó su libertad y continuó desempeñando su papel en la sociedad salteña hasta el 17 de diciembre de 1874, fecha de su fallecimiento.

Magdalena Magdalena Dámasa Güemes de Tejada, más conocida como “Macacha Güemes”, fue reconocida como la Primera mediadora de Salta gracias a su papel fundamental para conseguir la firma del Pacto de Cerrillos, el cual le permitía al congreso de Tucumán sesionar con tranquilidad, además se encargó de todos los detalles necesarios para que este pacto se concretara con éxito.

Hermana y colaboradora del General Martin Miguel de Güemes, cumplió diversas tareas militares, auxilió heridos en los campos de batallas y llevó a cabo misiones de espionaje junto a demás mujeres.

Macacha participó activamente de la vida política de la provincia de Salta y apoyó la oposición a la hegemonía del puerto de Buenos Aires. Dado a que a su hermano lo denominaban el “Padre de los pobres” a ella la reconocieron como la “Madre del pobrerío”. 

Ana RiglosAna Estefanía Dominga Riglos, nacida en 1788, fue una de las patriotas argentinas. Perteneció a una destacada familia de la sociedad rioplatense.

En 1809 se convirtió en la  esposa de Miguel de Irigoyen Quintana, principal líder de la Revolución de Mayo y gobernador de la provincia de Buenos Aires.

Esta mujer fue una de las más comprometidas con la causa revolucionaria; formó parte de las Damas Patricias, aquellas mujeres que donaban el dinero necesario para comprar fusiles y armas necesarias para mantener y proveer al Ejército Libertador, apoyó la expedición emancipadora al Alto Perú donando sus joyas y fortuna personal para comprar provisiones y artículos necesarios que permitieran llevar a cabo la revolución. 

Además, ofreció su casa como centro de reunión social, y gracias a este acontecimiento en 1817 dichas reuniones dieron comienzo a la Sociedad de Buen Gusto, en donde se reunían artistas, músicos y poetas quienes proyectaban reformas sociales y culturales.

Finalmente Ana Riglos fallece en su ciudad natal el 14 de julio de 1870.

La historia Argentina contada por mujeres

Gilda Manso, escritora, periodista y autora -junto a Gabriela Margall, escritora e historiadora- del libro “La historia argentina contada por mujeres” afirma que la historia la contó el patriarcado, que las mujeres estaban ahí, pero fueron invisibilizadas porque las cosas que hacían no eran imprescindibles. Juntas quieren contribuir a completar la mitad de la historia que no nos han contado.

Gilda, por su parte explica que cuando la revolución tuvo lugar, y los hombres estaban obligados a luchar o buscar trabajos en otras ciudades, ellas tuvieron que hacerse cargo de los comercios familiares, de las estancias de sus familias y de los diversos negocios, Manso asegura que estos papeles fueron fundamentales para mantener la vida por fuera de la batalla, pero que, al parecer, para algunos esto no fue algo realmente importante.

La autora desde su lugar, deja en evidencia que la vida pública de las mujeres estaba invisibilizada pero que dentro de sus casas su historia cambiaba, puesto que allí se producían distintos actos políticos sobre los cuales existen muchos mitos que aseguran que gran parte del trabajo estaba producido por muchas referentes femeninas de esa época. 

Con el tiempo el abordaje de diversos documentos acabó con los prejuicios que existían en contra de estas mujeres y comenzaron a ver el rol de estas señoras como seres que pensaban y reflexionaban sobre el presente y el futuro de su tierra.  

En La historia argentina contada por mujeres, aseguran que fueron estas mujeres quienes apoyaron y lucharon por la educación femenina.

Gabriela Margall, coautora del libro mencionado anteriormente, asegura que dicho libro intenta acercar la historia del género a un público masivo y que éste escrito surge de la necesidad de restituirles a las mujeres su papel protagónico en la revolución.

Junto a este libro parten desde un punto de vista que ayudaría a completar la historia, restituyéndoles a las mujeres sus voces que han sido silenciadas durante muchísimos años para que sean ellas mismas las que narren la historia, evidenciando su punto de vista y participación. 

“¿Hasta cuándo se verá el sexo femenino sumido en la obscuridad en que lo encerró el sistema opresivo de los que le negaban los conocimientos más sencillos?

De que las mujeres son parte esencial del universo, es indudablemente demostrarlo desde el principio del mundo; pues sin ellas, este ya no sería sino habitado por las bestias, por los reptiles y las aves.

El hombre civilizado (…) no se cree él solo capaz de progresar en las ciencias, o en las artes; no duda del talento de las mujeres, sabe que ese talento asociado al continuo estudio hace los mismos efectos, y tiene los mismos resultados, porque no hay superioridad en uno ni inferioridad en otro, como creen los que se oponen a la instrucción del sexo». (Petrona Rosende de Sierra, La Aljaba, 1830).

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