La ciudad neoliberal nos fue vendida como un mapa de eficiencia y consumo, una grilla ordenada para cuerpos productivos. Pero en sus grietas, el asfalto sangra vida. Cuerpos que se niegan a ser meros datos de tránsito o perfiles de consumidor se levantan para reescribir el código urbano, no con leyes, sino con la presencia insistente de la carne, el sudor y el deseo.









